“Quien discute no combate en pro de la verdad, sino de su tesis”. Arthur Schopenhauer
No es necesaria ninguna excusa para desempolvar un clásico: “El arte de tener razón”, de Arthur Schopenhauer.
Comparto solo algunas de las 38 “estratagemas de mala fe” para salir airoso de un debate y me cuentan cómo las ven. ¿Siguen actuales aún en esta era digital y de big data?
Según el autor son aplicables tanto por los candidatos como por nosotros mismos, si nos metemos en una discusión política:
1. Suscitar la cólera del adversario, ya que “encolerizado, no está en condiciones de juzgar de forma correcta”. Schopenhauer apunta a que si el adversario se enfada con una idea, hay que insistir con el argumento. Hemos tocado un punto débil.
2. Si hacemos comparaciones, hay que elegir los términos que favorezcan nuestra interpretación. “Uno dice ‘los sacerdotes’, el otro ‘la clerigalla'”.
3. Si queremos que el adversario acepte una tesis, “debemos presentarle su opuesto” y darle a elegir. Se trata de contraponer el gris al negro, para poder llamarlo blanco. Por ejemplo, se le puede dar a escoger entre “estas medidas para reactivar el empleo o el paro”, como si no hubiera más opciones.
4. Buscar contradicciones con cualquier cosa que haya dicho o admitido. El propio filósofo da un ejemplo muy gráfico: si defiende el suicidio, “se exclama de inmediato ‘¿por qué no te ahorcas tú?'”.
5. Si nuestro interlocutor va camino de derrotarnos, no debemos permitir que lleve su argumento hasta el final: “Le interrumpiremos, haremos divagar, desviaremos el curso de la discusión y la llevaremos a otras cuestiones”.
6. Schopenhauer llama “jugada brillante” a darle la vuelta al argumento. En su ejemplo, el adversario dice: “Es un niño, hay que tener paciencia”. A lo que se puede responder: “Precisamente porque es un niño hay que corregirle”.
7. Si el adversario no responde a una pregunta o a un argumento, sino que lo elude o responde con otra pregunta, hay que insistir. De nuevo, “hemos tocado un punto flaco”. Ejemplo clásico: cuando alguien contesta a una acusación de corrupción con “y los ERES, ¿qué?”.
Hay que añadir que Schopenhauer acabó cansado de “estos escondrijos de la insuficiencia” y no quiso publicarlos: se editaron en 1864, cuatro años después de su muerte.
De hecho, cierra sus consejos con “la única contra regla : solo hay que discutir con aquellos que emplean razones y no “sentencias inapelables”, por lo que pueden “soportar no llevar la razón cuando la verdad está de otra parte”. Y concluye: “Déjese al resto decir lo que quiera”.