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Es más fácil indignarse

El papel de las emociones en redes sociales ya era conocido; aunque eso no haya evitado que se usen para manipularnos (o intentarlo) con bulos, mensajes políticos hiper-partidistas y provocaciones.

Varios autores ya en 2013 indicaban que las emociones que nos impulsan en mayor medida a compartir contenidos en internet están ligadas al asombro. Ya sea por la parte negativa, como la indignación por un hecho reprobable que nos sorprende, como en su vertiente positiva, como el humor.

En redes encontramos más acciones que nos parecen censurables que en persona. A lo mejor un día vemos a un vecino que no recicla o constatamos con fastidio que el Intendente puso otro puente que no hizo más que generar caos; pero en redes podemos encontrarnos con multitud de errores y faltas de cualquier parte del mundo sin ni siquiera movernos del sofá.

Además, es más fácil mostrar nuestra indignación: no tenemos que enfrentarnos a nuestro vecino, manifestarnos en las calles o escribir una airada carta a la directora del periódico, basta con hacer retweet.

Lo anterior nos hace más vulnerables a la manipulación: es fácil provocar una ola de indignación con el objetivo de potenciar una polarización que el político o grupo de turno considere beneficiosa para sus intereses.

De hecho, es uno de los motivos que ayuda a entender que Donald Trump dedique tanto tiempo a Twitter. Soltar una barbaridad en esta red social le ayuda a marcar el debate: da igual que los mensajes sean de apoyo o en su contra, su objetivo es simplemente marcar la agenda y lo hace provocando la indignación y el enfrentamiento. Su caso no es único, desde luego.

Después de todo esto… ¿Es más fácil indignarse como dice la frase? ¡Claro que sí! Pero el hacer consciente cómo las emociones inciden hace que al menos nos tomemos unos segundos antes de poner “twittear”, “Enviar”, “Publicar”, etc.