¡Mi partido tiene la razón! ¿tiene la razón?
Es muy probable que creamos ser personas absolutamente racionales, y más cuando se trata de votar. De hecho, los seres humanos tomamos decisiones a diario. Algunas tienen un resultado inocuo en nuestras vidas, como por ejemplo decidir si nos ponemos una camisa blanca o azul. Otras entrañan consecuencias más profundas, complejas y duraderas, como es el caso de la toma de decisiones con respecto al voto en unas elecciones.
Es común pensar que evaluamos las propuestas de los diferentes partidos y que, tras un análisis racional, decidimos cuál es la opción más adecuada y en la que confiamos para solucionar los problemas de nuestro país. Pero no es del todo cierto. No evaluamos la información por sí sola, sino que lo hacemos teniendo en cuenta nuestras ideas, creencias y preferencias previas.
De hecho, los argumentos que damos en defensa de una elección vienen casi siempre después de haber tomado la decisión de modo instintivo, y no antes.
Somos víctimas del sesgo de confirmación, es decir, la tendencia a buscar y encontrar pruebas que apoyan las creencias que ya tenemos e ignorar o reinterpretar las pruebas que no se ajustan a estas creencias. La mala noticia es que nadie es inmune a este sesgo. De hecho, lo más frecuente es que ni siquiera seamos conscientes de él, salvo en situaciones muy concretas.
Nos podemos esforzar por aprender a pensar de forma crítica y a poner en duda más a menudo nuestras creencias, pero se trata de una estrategia “costosa y difícil a largo plazo”.
Hay algo para recordar, en la actualidad es más fácil encontrar razones para apoyar nuestras ideas porque es muy fácil buscarlas. Si te interesa algo, búscalo en Google. Si queremos encontrar argumentos para defender que la Tierra es plana solo tenemos que abrir otra pestaña.